¡Hola, mundo cruel!







En el año 2555 un hombre llamado Eliot convencido del condicionamiento mental que sufría su sociedad y siendo él un espíritu rebelde; un artista que se empeñaba en hacer visible lo invisible, sintió el arrebato de poner fin a su vida.

Pudiera ser, que podía cerrar los ojos a lo que no quería ver, pero no podía cerrar su corazón a las cosas que no quería sentir.

Poseía aquella reflexividad y sabiduría de quien no pretende ni siquiera tener la razón. Pensaba que él como individuo, el fin ya no era su vida, sino su disolución; volver al universo, a Dios, al todo. Su soledad era su independencia y esta era fría pero maravillosamente tranquila y grande como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas.

Era, no obstante muy consciente que durante su vida algo de espiritualidad, algo de profundidad y liberación había conseguido pero también había conseguido ser una persona solitaria, asocial, triste e incomprendida.

Así que siguiendo su impulso, se fue para la empresa de suicidios "Como quitarse la vida y no morir en el intento". Llamó a la puerta y entró. Al otro lado del mostrador se situaba un hombre que lo acogió con una sonrisa y los brazos abiertos:

- Bienvenido señor. Supongo que está usted aquí para acabar con sus días. Ha llegado al lugar apropiado. Aquí estamos especializados en toda clase de suicidios. Le mostraré los diferentes catálogos; tenemos muertes por asfixia, por arma blanca, por envenenamiento y quizás usted prefiera añadir un extra de tortura. 

- Yo soy novato, como usted comprenderá. Quiero morirme sin más porque ya no soporto vivir un día más en este mundo alienado, pero verá, la tortura no. He sido buena persona, no me la merezco. A decir verdad, querría algo con poco dolor.

- Por supuesto, creo que usted necesita ojear el catálogo de suicidios poéticos.

Aprovechó el momento en el que el hombre había ido a buscar el catálogo para entrar en el baño. Mientras que sentado en la taza del wáter se entretuvo a leer unas oscuras e inquietantes inscripciones:

- Ligo, luego existo. No ligo, luego insisto.
- Hasta mañana, si yo quiero. Firmado: Dios. 
- Si la montaña viene hacia a ti, ¡corre, melón, es un desprendimiento!

No estaba para bromas y no le parecieron exactamente las frases más adecuadas para el lugar donde se encontraba. Una brillante idea se encendió en su cabeza, como cuando el tintineo del hielo contra el vaso provoca una brusca inspiración a Bond.

No podía consentir morir, él, un intelectual romántico, con aquellas frases en su cabeza. Había de ir corriendo a buscar su libro favorito para que lo encontraran junto a él en el escenario del suicidio. Para él, un artista, había cierta estética en todas las cosas y su suicidio debía atribuirse a él. Que la gente dijera, -"sin duda esto no podía ser de otro, más que de Eliot". Su suicidio sería como mínimo, una declaración de intenciones.

Rápidamente se precipitó hacia la puerta, pero con las prisas, se tropezó con la chica que limpiaba los baños. 

- Perdón, no te había visto.
- No pasa nada, iba yo también despistada. ¿Te has arrepentido en el último momento? - preguntó por ser amable.
- ¿Qué? ¡Oh, no que va, en absoluto. Es que me he olvidado una cosa. ¿Trabajas aquí?
- Sí, me ocupo de desinfectar los lavabos.
- ¿Y te gusta tu trabajo?
- Pues no mucho, no me motiva especialmente.
- Disculpa si hablo demasiado, pero en fin, dentro de unas horas ya estaré muerto. No entiendo como la gente puede soportar hacer trabajos aburridos y tediosos a la fuerza, día tras día, a todas horas, con esfuerzo, sin quererlo. Algo que podría hacer una máquina. Y soportarlo eternamente, ininterrumpidamente para impedirles pensar, criticar su propia existencia, reconocer y sentir su estupidez. 

Al ver como la chica clavaba sus ojos en los suyos, añadió, -perdona, me pillas en unos momentos en que me hace daño el mero hecho de vivir.

- Me llamo, Twiggy. -se presentó. Te voy a contestar si no te importa que te robe un poco de tiempo, -añadió con una sonrisa. Vosotros los artistas, los hombres sabios, tenéis toda clase de cosas raras en la cabeza, pero sois hombres como los demás, y también nosotros tenemos nuestros propios sueños. Pero una cosa observé, y es que te esforzabas de más en explicarme tu razonamiento y no hacía falta que te desaceras en palabras, que ya te entendí desde el principio.

Eliot la miró con interés, observando una figura espléndida y mágica que lo miraba con rostro cálido, bueno y hermoso.

Ella, acto seguido, prosiguió: - A nuestra gente nos hacen huir de nosotros mismos y de nuestro fin; se nos impone una red cada vez más espesa de distracción y de inútil estar ocupado. Tu sufres la insoportable tensión de estar super saturado, de querer saberlo todo, de meditar sobre todas las cosas, y es que a ti no te hace falta saber más. ¡Tu necesitas vida, decisión, impulso!

Derrochando una infantil alegría, Twiggy parecía saber más que todos los sabios y se dedicaba a ser niña. Lo mismo daba que aquello fuera alta sabiduría como sencillísima candidez. Ella sabía vivir el momento, apreciaba hasta la más pequeña flor del camino y el valor del instante sin importarle lo mas mínimo su vida.

Y Eliot pensó cuantas personas inteligentes y bellas como Twiggy entregaban sus vidas a ocupaciones mal pagadas sin alegría.

- Es que para este mundo sencillo de hoy, prosiguió Twiggy, cómodo y satisfecho con tan poco, eres tu muy exigente, demasiado hambriento y el mundo te rechaza, estás en una dimensión de más. El que hoy quiera vivir feliz, no tiene que ser personas como tu y como yo.

Eliot afirmó con un leve asentimiento de cabeza, todavía sorprendido por las palabras de aquella mujer que parecía entenderlo tan bien, y sintió que le había de dar una explicación por lo que se disponía a hacer.

- Es que los hombres como yo, los que todavía tenemos anhelos, los de la dimensión de más como tu dices, no podríamos vivir en absoluto si para respirar, además del aire de este mundo, no hubiese también otro aire, si además del tiempo no existiese también la eternidad. La eternidad, es el reino más allá del tiempo y la apariencia. Allá pertenecemos nosotros, allí está nuestra patria, hacia ella tiende nuestro corazón, y por eso anhelamos la muerte.

A lo que ella, rápidamente contestó:

- Tu quieres morir cobarde, pero no vivir. Te tienes que acostumbrar a la vida, y a aprender a vivir. Has de escuchar el maldito reggaeton de la radio y venerar el espíritu que llevas dentro. Otra cosa no se te exige.

- Twiggy, ¿te puedo invitar a un café? Es que me gustaría analizar contigo la frase, "Ligo, luego existo" que vi en el baño y que no me deja irme tranquilo al otro barrio.




A veces lo mas pequeño es lo mas grande.



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