Soportamos una carga diaria de matrimonios aburridos, de trabajos rutinarios y tediosos, de falta de tiempo para pasear al aire libre, para jugar con los hijos y los perros, para leer, para practicar deporte... Vemos demasiado la televisión. Hay una falta de empatía, de amistad, de amor, de sociabilidad. Nos falta cariño, y en ocasiones perdemos la ilusión, la meta, el objetivo, el carpe diem.
Nos da miedo cambiar de vida y estar solos. Hay gente que necesita drogarse para escapar de una vida que probablemente no le hace feliz, ni le llena de ningún modo. Pero hay que intentar esperar algo con ilusión, intentar sentirse bien y esperanzado de nuevo.
Me pregunto, ¿hay alguna manera de defendernos de las tensiones diarias? Sí, el buen sexo que mejora nuestra salud y humor, y además es gratis. La actividad sexual placentera puede favorecernos ilimitadamente si sabemos jugar con sus límites.
Es difícil que aquella señora tan distinguida que vive siendo una esclava de sus propios miedos y tabúes sociales, sabiendo las pésimas condiciones sexuales en su matrimonio, tenga que resignarse a ver como la situación va desmejorando con los años.
La dama se convierte en una conejita cuando su marido decide cuando y como debe quitarse la ropa, para mantener las bien vistas relaciones sexuales conyugales. Y a su vez, el varonil marido debe cumplir su deber como hombre, y estar a la altura de las circunstancias, aún cuando, después de largos años de matrimonio, se encuentra desmotivado y falto de interés para con su señora. No puede dejar entrever su disminuido vigor, por eso ha de demostrar a su querida y amada esposa, su interés por ella y evitar no ofender su vulnerabilidad y autoestima como mujer.
La Moral, con su recatado vestido de chantilly color ivory, me hablará de lealtad, de confianza y de que no debemos acabar mintiéndonos ni traicionándonos en el matrimonio. Y es cierto, que la lealtad nos une como pareja frente a los obstáculos de la vida matrimonial. Pero, el verdadero misterio del mundo, es como ser fiel a tu pareja durante 30 años de matrimonio, y aún así, ser sexualmente feliz. Frente a este dilema, la Moral disimula su estupor.
Bajo mi punto de vista las frecuentes infidelidades que caracterizan los matrimonios modernos, y las elevadas tasas de divorcio, es el resultado de obligar a los humanos a vivir en familias nucleares y relaciones monógamas, que son incompatibles con nuestro equipo lógico biológico.
Aunque cada cultura es diferente, hay una cosa que siempre es verdad: tener sexo de calidad es algo que no todo el mundo conoce. La actividad sexual placentera, se encuentra en una zona intermedia, al borde entre un arcoíris: un espacio, dónde la belleza cobra existencia, dónde existe todo el arte y la magia, y entre otro que es el mundo real.
Cuando se entrelazan, se mezclan y se funden estas dos superficies (entre el mundo real, y el que la mente alcanza como la realidad), el placer sexual proporciona algo que la vida no te da.
La vida es, entre muchas otras cosas, breve, y nadie quiere salir de ella sin haber entonado tan artística canción. No debemos resignarnos a dejar de escucharla, aunque tampoco debemos arrastrarnos ante ella.
Como he confesado desde el principio, considero que en la vida he desempeñado un pequeño papel. Que no me he atrevido a hundirme ignominiosamente en el mundo de lo orgánico. He despreciado y desvalorado ese honor y privilegio: el de extraviar un objeto tan hermoso como el de tener un ristra de amantes ignorados.
Cuando la mente controla el cuerpo, llegas a tener como última finalidad el control. El control de ti misma, llegando a ser la propia enemiga de tu cuerpo.
Por supuesto ahora que lo escribo, es cuando ya no tengo duda alguna de que mi idea sobre sexo, cuestionaba mi manera de ser y actuar. Esa forma de parecer tan fuerte e inmune a las pasiones, cuando en realidad soy tan vulnerable, hizo que al final todo el mundo me creyera. Nuestro cerebro sigue adaptado a una educación demasiado retorcida con la sexualidad, se ha de acabar con este episodio de la Moral opresora, cabrona.
La mayoría de las personas afirman que su vida sexual es natural y justa, pero algunos se basan en criterios falsos y ridículos. Me sorprende la sensatez en la respuestas, cuando se pregunta la frecuencia del acto sexual en una pareja. No obstante, es un hecho comprobado que la mayoría de esas personas tienen una vida sexual pobre.
La Moral, con su recatado vestido de chantilly color ivory, me hablará de lealtad, de confianza y de que no debemos acabar mintiéndonos ni traicionándonos en el matrimonio. Y es cierto, que la lealtad nos une como pareja frente a los obstáculos de la vida matrimonial. Pero, el verdadero misterio del mundo, es como ser fiel a tu pareja durante 30 años de matrimonio, y aún así, ser sexualmente feliz. Frente a este dilema, la Moral disimula su estupor.
Bajo mi punto de vista las frecuentes infidelidades que caracterizan los matrimonios modernos, y las elevadas tasas de divorcio, es el resultado de obligar a los humanos a vivir en familias nucleares y relaciones monógamas, que son incompatibles con nuestro equipo lógico biológico.
Aunque cada cultura es diferente, hay una cosa que siempre es verdad: tener sexo de calidad es algo que no todo el mundo conoce. La actividad sexual placentera, se encuentra en una zona intermedia, al borde entre un arcoíris: un espacio, dónde la belleza cobra existencia, dónde existe todo el arte y la magia, y entre otro que es el mundo real.
Cuando se entrelazan, se mezclan y se funden estas dos superficies (entre el mundo real, y el que la mente alcanza como la realidad), el placer sexual proporciona algo que la vida no te da.
La vida es, entre muchas otras cosas, breve, y nadie quiere salir de ella sin haber entonado tan artística canción. No debemos resignarnos a dejar de escucharla, aunque tampoco debemos arrastrarnos ante ella.
Como he confesado desde el principio, considero que en la vida he desempeñado un pequeño papel. Que no me he atrevido a hundirme ignominiosamente en el mundo de lo orgánico. He despreciado y desvalorado ese honor y privilegio: el de extraviar un objeto tan hermoso como el de tener un ristra de amantes ignorados.
Cuando la mente controla el cuerpo, llegas a tener como última finalidad el control. El control de ti misma, llegando a ser la propia enemiga de tu cuerpo.
Por supuesto ahora que lo escribo, es cuando ya no tengo duda alguna de que mi idea sobre sexo, cuestionaba mi manera de ser y actuar. Esa forma de parecer tan fuerte e inmune a las pasiones, cuando en realidad soy tan vulnerable, hizo que al final todo el mundo me creyera. Nuestro cerebro sigue adaptado a una educación demasiado retorcida con la sexualidad, se ha de acabar con este episodio de la Moral opresora, cabrona.
La mayoría de las personas afirman que su vida sexual es natural y justa, pero algunos se basan en criterios falsos y ridículos. Me sorprende la sensatez en la respuestas, cuando se pregunta la frecuencia del acto sexual en una pareja. No obstante, es un hecho comprobado que la mayoría de esas personas tienen una vida sexual pobre.
En nuestra cultura mediterránea, el toro (símbolo de potencia física y representación de la fertilidad masculina), condiciona el inconsciente popular. Tenemos que hacer un esfuerzo para comprender la carga social a la que se ve sometido un hombre. El macho está diseñado biológicamente para fecundar a varias hembras. Actualmente, el macho ha perdido su potencial al reducir su número a una, para toda la vida.
Nosotras, por nuestra parte, escogemos a un hombre cuando vemos que físicamente es ágil y varonil, porque nos indica que ese macho tiene buena dosis de testosterona y de poseer buenos genes para nuestros hijos. Aunque después, pasado el primer contacto, deseamos que tengan algunos rasgos femeninos que sugieran que dicho "espécimen" es más familiar, tierno, cálido y honesto, y por tanto que tiene mayor garantía a ayudar en la crianza de los hijos.
Digamos que nosotras en comparación con ellos, producimos pocos óvulos al lado de sus millones de espermatozoides, y eso nos vuelve más exigentes a la hora de escoger pareja.
Así que en un primer momento, hombre y mujer experimentan una atracción bioquímica que dura de 2 a 3 años, porque las neuronas del sistema límbico terminan por habituarse con la feniletilamina (la anfetamina natural) segregada durante la atracción, y a partir de dicha fecha disminuye. Entonces es cuando las parejas empiezan a ver los defectos del otro.
Pasada la primera fase de lujuria (ansia de satisfacción sexual), sigue la fase del amor romántico que es cuando se siente dicha y euforia, y al final queda el Apego. Esta última fase, es la sensación de calma, paz y seguridad que mantiene unida una pareja permanentemente.
¿Y el deseo sexual, es permanente?
El deseo sexual es algo que tiene más que ver con nuestro cerebro, y no con nuestra vagina y nuestro pene. Las zonas erógenas son las partes del cuerpo que producen placer y excitación sexual cuando se estimulan. Indudablemente la principal zona erógena de los seres humanos es el cerebro.
Los receptores cerebrales de las endorfinas del Apego pierden sensibilidad después de los 3 años y es por ello que las estadísticas de divorcio indica que la mayoría de ellos se producen alrededor del cuarto año de matrimonio.
Por desgracia la monogamia no acaba de encajar en un mundo dónde la sexualidad tiene sus propias leyes biológicas. Cuando el deseo sexual desaparece, se ha de hacer acopio de toda la fortaleza que uno tenga para no caer en la mentira, en la desconfianza, en las sospechas o en los recelos. Desesperadamente se acude a crear historias solo creíbles para uno mismo y a evitar el diálogo mutuo, la razón, la franqueza, alejando los pensamientos que te dicen que las cosas han dejado de funcionar.
Si hay algo que no cambia es el amor verdadero y las miradas, éstas envejecen pero nunca cambian.
Puedes llorar de dolor, de impotencia, de pura desesperación y quedarte con odio, rencor, ganas de venganza, o puede que ni con frío ni calor. Pero una de las peores cosas que puede suceder es tener sexo a disgusto. Si se pierde la magia y la relación de pareja se va apagando lentamente, lo lógico es buscar un antídoto. Un antídoto contra la estupidez. Tomarse las cosas con humor.
No debemos convertirnos en conejitos cuando tenemos alma de leones. ¿Dónde está el secreto, la fórmula del éxito? Como dijo Groucho Marx; "no tengo respuestas para casi nada y sin embargo tengo preguntas para casi todo".
Porque cuando uno cree que tiene todas las respuestas, resulta que la vida le cambia las preguntas.
Delante de un dilema, de la obligación de tomar una decisión hay pros y contras. Si nos sentimos deprimidos y presionados en una sociedad que no nos permite tener relaciones sexuales y formar lazos íntimos con otras personas simultáneamente, aquí tenemos todos por igual una preocupación. Todos los que desean ser leales a su pareja, claro está.
Nos dicen que debemos vivir en mares pequeños pero nos guste o no, está en nuestra naturaleza vivir en océanos sin límites ni fronteras.
Buscamos amor y comprensión, nos alegramos cuando encontramos un árbol seguro y fuerte para construir nuestro hogar, pero también somos libres. Pero amas ese hogar, ese árbol, y sientes culpabilidad al no corresponder. Callas tu voz interior para que no pueda expresarse, te agarras a la razón, manipulas tu cuerpo y sus posturas, sus anhelos y suspiros, y por último, controlas la situación.
Pero perdemos una y otra vez, y todas las veces, porque no elegimos lo justo sino la opción contraria. Y vuelves a reafirmar tu opinión, tus principios, tu lealtad, fidelidad, honradez y aunque sabes que tu desgracia no va a ser pasajera, no vas a contribuir al fracaso de una maravillosa relación colmada de amor, por tomar unas decisiones que favorezcan la inseguridad de tu pareja. Y para restarle importancia desvaloras el sexo, y lo hechas fuera de tu mente y tu cuerpo porque éste es egoísta y egocéntrico. De ninguna manera estás dispuesto a ceder a sus deseos y pasiones.
Sin hacer ruido lo anulas, le mandas callar, lo controlas, lo dominas, y si te critica o se queja continuamente, te haces el sordo o el tonto.
Honestamente, me pregunto; ¿Quién sabe si las parejas serian más felices una vez aceptaran de mutuo acuerdo el consentimiento de tener amantes? Pero, ¿Cuáles serian las consecuencias? Es complicado, la verdad. Sólo sé que algunos rasgos de nosotros mismos o de nuestra sociedad no congenian con la realidad.
Mi humilde opinión, es que el verdadero amor es cuestión de almas no de cuerpos. Que las almas son eternas y por se puede dar el amor para siempre, pero en fin recodemos que este relato pretendía hablar de sexo.
Nosotras, por nuestra parte, escogemos a un hombre cuando vemos que físicamente es ágil y varonil, porque nos indica que ese macho tiene buena dosis de testosterona y de poseer buenos genes para nuestros hijos. Aunque después, pasado el primer contacto, deseamos que tengan algunos rasgos femeninos que sugieran que dicho "espécimen" es más familiar, tierno, cálido y honesto, y por tanto que tiene mayor garantía a ayudar en la crianza de los hijos.
Digamos que nosotras en comparación con ellos, producimos pocos óvulos al lado de sus millones de espermatozoides, y eso nos vuelve más exigentes a la hora de escoger pareja.
Así que en un primer momento, hombre y mujer experimentan una atracción bioquímica que dura de 2 a 3 años, porque las neuronas del sistema límbico terminan por habituarse con la feniletilamina (la anfetamina natural) segregada durante la atracción, y a partir de dicha fecha disminuye. Entonces es cuando las parejas empiezan a ver los defectos del otro.
Pasada la primera fase de lujuria (ansia de satisfacción sexual), sigue la fase del amor romántico que es cuando se siente dicha y euforia, y al final queda el Apego. Esta última fase, es la sensación de calma, paz y seguridad que mantiene unida una pareja permanentemente.
¿Y el deseo sexual, es permanente?
El deseo sexual es algo que tiene más que ver con nuestro cerebro, y no con nuestra vagina y nuestro pene. Las zonas erógenas son las partes del cuerpo que producen placer y excitación sexual cuando se estimulan. Indudablemente la principal zona erógena de los seres humanos es el cerebro.
Los receptores cerebrales de las endorfinas del Apego pierden sensibilidad después de los 3 años y es por ello que las estadísticas de divorcio indica que la mayoría de ellos se producen alrededor del cuarto año de matrimonio.
Por desgracia la monogamia no acaba de encajar en un mundo dónde la sexualidad tiene sus propias leyes biológicas. Cuando el deseo sexual desaparece, se ha de hacer acopio de toda la fortaleza que uno tenga para no caer en la mentira, en la desconfianza, en las sospechas o en los recelos. Desesperadamente se acude a crear historias solo creíbles para uno mismo y a evitar el diálogo mutuo, la razón, la franqueza, alejando los pensamientos que te dicen que las cosas han dejado de funcionar.
Si hay algo que no cambia es el amor verdadero y las miradas, éstas envejecen pero nunca cambian.
Puedes llorar de dolor, de impotencia, de pura desesperación y quedarte con odio, rencor, ganas de venganza, o puede que ni con frío ni calor. Pero una de las peores cosas que puede suceder es tener sexo a disgusto. Si se pierde la magia y la relación de pareja se va apagando lentamente, lo lógico es buscar un antídoto. Un antídoto contra la estupidez. Tomarse las cosas con humor.
No debemos convertirnos en conejitos cuando tenemos alma de leones. ¿Dónde está el secreto, la fórmula del éxito? Como dijo Groucho Marx; "no tengo respuestas para casi nada y sin embargo tengo preguntas para casi todo".
Porque cuando uno cree que tiene todas las respuestas, resulta que la vida le cambia las preguntas.
Delante de un dilema, de la obligación de tomar una decisión hay pros y contras. Si nos sentimos deprimidos y presionados en una sociedad que no nos permite tener relaciones sexuales y formar lazos íntimos con otras personas simultáneamente, aquí tenemos todos por igual una preocupación. Todos los que desean ser leales a su pareja, claro está.
Nos dicen que debemos vivir en mares pequeños pero nos guste o no, está en nuestra naturaleza vivir en océanos sin límites ni fronteras.
Buscamos amor y comprensión, nos alegramos cuando encontramos un árbol seguro y fuerte para construir nuestro hogar, pero también somos libres. Pero amas ese hogar, ese árbol, y sientes culpabilidad al no corresponder. Callas tu voz interior para que no pueda expresarse, te agarras a la razón, manipulas tu cuerpo y sus posturas, sus anhelos y suspiros, y por último, controlas la situación.
Pero perdemos una y otra vez, y todas las veces, porque no elegimos lo justo sino la opción contraria. Y vuelves a reafirmar tu opinión, tus principios, tu lealtad, fidelidad, honradez y aunque sabes que tu desgracia no va a ser pasajera, no vas a contribuir al fracaso de una maravillosa relación colmada de amor, por tomar unas decisiones que favorezcan la inseguridad de tu pareja. Y para restarle importancia desvaloras el sexo, y lo hechas fuera de tu mente y tu cuerpo porque éste es egoísta y egocéntrico. De ninguna manera estás dispuesto a ceder a sus deseos y pasiones.
Sin hacer ruido lo anulas, le mandas callar, lo controlas, lo dominas, y si te critica o se queja continuamente, te haces el sordo o el tonto.
Honestamente, me pregunto; ¿Quién sabe si las parejas serian más felices una vez aceptaran de mutuo acuerdo el consentimiento de tener amantes? Pero, ¿Cuáles serian las consecuencias? Es complicado, la verdad. Sólo sé que algunos rasgos de nosotros mismos o de nuestra sociedad no congenian con la realidad.
Mi humilde opinión, es que el verdadero amor es cuestión de almas no de cuerpos. Que las almas son eternas y por se puede dar el amor para siempre, pero en fin recodemos que este relato pretendía hablar de sexo.
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