Va paseando, sus pies pisan la alfombra marrón y la naturaleza muerta se rompe en pedazos, descomponiéndose en polvo. Empieza a llover y el polvo se transforma en barro filtrándose por el suelo, dejando tras de sí la huella de lo que fue. La tierra lo absorbe, se alimenta para nutrir las próximas flores que saldrán en primavera.
En primavera es cuando se oye una nueva voz a la vida y cuando se espera que todo salga por sí solo. Es el momento para que pase algo, para ver como ha vuelto la vida ganando. Y vivir como si yo fuera esa pequeña Wendy, volando despierta y soñando. Volver a ver las flores, la vida, el renacer sin pensar si eso va a volver a pasar y si el destino piensa lo mismo.
Que llegue y no me dé la espalda más, quiero mi ropa seca. Soy feliz solo con esa obsesión. Suéltame de la mano, tristeza, que me estás haciendo daño. Te ofrezco a cambio dos besos de despedida. Soy feliz si me sueltas vieja dama.
Prometo que no pretendo no volver a verte, que los días pasan y el mundo da muchas vueltas, así que te esperaré hasta que llegues otro día de madrugada.
Mírame, que quiero que me mires directamente a los ojos con esa mirada cruel. Cuantos años más vas a prolongar este otoño. Novecientos años no voy a vivir, así que tengo un problema de tiempo. Tempus fugit. Empiezo a tener una edad.
Wendy se agachó y recogió una piedra del camino para lanzarla furiosamente contra el agua. Se hundió y luego desapareció tranquilamente, la muy maldita. Y volvió a respirar, con desesperación y angustia. Que largo es el esperar, el sentir que no se acaba.
¡Pero que haces aquí, esperanza! Tu otra vez ofreciéndome soluciones. Mejor vete un ratito. No quiero nada más, me sobra tu compañía. No quiero dudas.
Cierro los ojos, sueño contigo y me da miedo que no vuelvas conmigo. Yo solo quiero estar contigo, primavera. Ver la magia.
Da otro paso hacia adelante, cargando con su vida entera, buscando algo que la haga sentir un soplo de aire fresco y un cielo azul.
Camina, camina, camina y camina. ¿Qué día es hoy?. Un día cualquiera.
Te miro a los ojos vieja dama y no eres más que una zombi. Deja ya de jugar a las cartas, o me voy a convertir en un animal primitivo, y te voy a morder. No voy a pedir más. Solo por esta vez suéltame de la mano. No eres para mi. Lo voy a hacer, te voy a morder.
¡Déjame ya! que ando muy perdida con mi sonrisa de Mona Lisa, andando el camino.
Al mal tiempo, buena cara.
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