Una vida ordinaria



A la hora del té, con gran solemnidad, las dos hermanas se reunían en el comedor; se sentaban alrededor de la mesa, delante de sus respectivas tazas.

Simona era la mayor de las dos, tenía 14 años y una mirada extrañamente adulta e irónica para su edad. En esos momentos se disponía a leer un libro que su profesor le había recomendado, y que no tenía ni dibujos ni diálogos. Mantenía en su rostro un mohín antipático mientras leía. Aprovechaba cada minuto de luz solar para laborar como las abejas, afanándose por ocupar su tiempo en tareas productivas. Y aunque tuviera emociones y divagaciones intensísimas, las reprimía y controlaba fuertemente; era ya una mujer que se caracterizaba por la autodisciplina y la opresión de sus instintos.

A su lado se encontraba Dalia, una niñita de 10 años de edad que al cabo de poco estaba ya cansándose de estar allí sin hacer nada. Dalia se mareaba con sus preguntas, conclusiones y dilemas. Todo aquello que le pasaba por la mente la llevaba a una incertidumbre lógica hasta en los aspectos más sólidos de la realidad. Sin duda sus ojos jóvenes y despiertos, reflejaban una curiosidad insaciable, hacia un mundo que ella vivía mucho más profundo, extraordinario, libre y refinado. Aquél era el lugar donde ella se refugiaba durante tan solo una séptima parte de su vida. Dalia tenía sus propias palabras, y era capaz de crear en su fantasía un mundo propio y vivo.

Un mundo que no es más que el reino perdido hacia el interior y hacia nuestra más tierna infancia.

Por último, encima de la mesa bien estirado y satisfecho, dormitaba Lewis el gato. Y así, plácidamente transcurría la escena de tranquila familiaridad, cuando Dalia y Lewis decidieron salir a pasear por el jardín. Aquél bosque embrujado donde todavía había consuelo, pues allí se encontraba de nuevo ante la puerta misteriosa que abría el camino hacia los milagros.

De repente sin previo aviso, el gato alzó tiesas sus orejas y adoptando posición de ataque, de un salto se lanzó a la persecución de un pequeño ratoncito. Dalia empezó a correr tras él, tropezándose a cada pisada a causa de sus elegantes zapatos, tan inútiles como bonitos. Lewis ni siquiera se dignaba a esperarla, así que tuvo que apretar el paso para no quedarse rezagada. Y por fin, parando en seco, vieron como el ratón entraba por una madriguera excavada al pie de un enorme árbol.

La niña doblándose sobre sí misma, y sin aliento pues a duras penas conseguía inspirar algunas bocanadas de aire, ya entre jadeos de asfixia, logró preguntar a su gato, dónde se dirigía aquella madriguera.

-Hacia allí, respondió sin más.
-Pero hacia allí, ¿hacia dónde es?, volvió a preguntar Dalia.
-Hacia allí... ciertamente no sé hacia dónde es, pero estoy completamente seguro que no es hacia allá. Es decir carraspeó el minino, hacia allí no es hacia allá.

Dalia algo confusa concluyó que si bien no sabía exactamente dónde era, lo que era decididamente lógico era, que hacia allá no podía ser de ninguna manera. 

Absorta estaba en dicha cuestión, cuando vio que el árbol despertándose de un largo sueño, se movía sus ramas de arriba abajo y de abajo arriba. No tenía demasiados conocimientos arbolísticos, pero supuso que debía ser un roble ya que parecía fuerte y gozaba de buena salud.

-¿Cómo osáis despertarme de mi sueño?, quiso saber medio adormilada aún la criatura arbórea. Y sin esperar respuesta alguna, prosiguió con voz quejumbrosa, -sino duermo, no descanso y sino descanso, no tengo bonitos sueños, y sin bonitos sueños... ¡no voy a llegar jamás a viejo!

Dalia algo apesadumbrada por haber despertado de su letargo al supuesto roble, se disculpó cortésmente, pero no pudo por menos que preguntar cuantos años tenía.

-7.777 años, los hice el mes pasado. Y como estaba ya desvelado ante tanta pregunta y revuelo, preguntó quien era el golfante, sinvergüenza y granuja escondido detrás de su corteza. Dándose por aludido, salió el animalillo ratonil aún algo asustado, y se presentó como Wiskin de Flinchin, vikingo guerrero del norte; dónde las montañas llegan hasta la luna, y los ríos hasta el centro de la Tierra. El intrépido roedor se hallaba en estado de triste desconsuelo, pues había perdido su armadura tras luchar valientemente contra el ejército oscuro de la reina de las tinieblas. Contó como después de perder la batalla de Aguaslulú, su pueblo había sido sometido a un "mundo feliz".

Al oír aquello todos los reunidos, hubo un estremecimiento generalizado ante tamaña aberración. Dalia, el roble y Lewis guardaron un sepulcral silencio ante aquella inquietante noticia. No cabía duda, la reina pretendía reducirlos a débiles y míseras almas solitarias, para que vagaran sin rumbo como un barco sin capitán. Se hallaban ante una crisis profundamente profunda, ¡una amenaza contra el poder poderosísimo de imaginar lo inimaginable!

Inmersos en esos derroteros se encontraban, cuando tomando Wiskin de Flichin otra vez el control de la situación, y hinchando mucho el pecho con gran dramatismo y teatralidad, exclamó en alto, rugiendo con voz firme y clara;

-En consecuencia solo cabe dar paso a la adopción inmediata de un remedio absolutamente radical... incluso, dijo entrecerrando los ojos y mirando uno a uno con suspicacia, ¡a algo verdaderamente peligroso!

-¿Y que es?, preguntaron todos al unísono, a lo que el bramó fuerte 

-¡Creatividad!

Con caras de estupefacción ante tal despropósito contra la reina, se quedaron más mudos si cabe del asombro. A su vez, Dalia ahogó un chillido de emoción cubriéndose la boca con sus manos. 

-Y diré más, continuó el sr. vikingo, -¡e imaginación! 

Aplaudieron y vitoreraron al revolucionario y temido Wiskin de Flinchin entusiasmados. Dalia que tenía un corazón sencillo, sentía un desasosiego desasosegante ante tantas cosas extraordinarias como le estaban pasando aquella tarde. Pensó que poco o nada era en realidad imposible, así que decidió ir apresuradamente en busca de su hermana para que se uniera a la acción. Y corriendo como alma que lleva el diablo, entró en la casa para explicarle la historia, y exponerle aquel problema tan problemático. 
A todo ello, Simona respondió con fingida sensatez: 

-Querida y dulce hermana, lo que tu me dices yo no le he visto de ninguna manera. Lo que es invisible a los ojos, no existe, y siempre hay que basarse y creer en los hechos. Entonces Dalia la cogió por el brazo y la acompañó hacia la ventana obligándola a mirar al cielo.

-Mira esa nube Simona, le pidió.
-Sí, ya la veo, es solo una nube, respondió la hermana mayor suspirando.
-No sólo eso, yo además veo un ratón.
-¡No es más que una simple nube!, vociferó exasperada y algo irritada, -la realidad, es la realidad. ¡Solo hay una!, y concluyó afirmando que ella tenía más edad, y por lo tanto lo sabía todo mejor.





Y en ese mismo instante, se posó una lechuza lila en el alféizar de la ventana. Tenía los ojos como platos, probablemente debido a las largas noches en vela que pasaba observando. Esta se dirigió a las niñas con las siguientes palabras, 

-Opino que deberíamos tener en cuenta el mundo en su totalidad, bellas niñas. Sería lo justo. Un mundo que integrara dentro de sí todo lo que somos, y todo se resolvería en una fantástica armonía. Acostumbramos a trazar límites demasiado estrechos a nuestra personalidad, y envenenamos ideas, reprimiéndolas, cuando todas ellas tienen su sentido.

-No hay más realidad que la que llevamos dentro, añadió Lewis tan interesado como estaba en la conversación. Por eso la mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad, y no permiten a su propio mundo interior manifestarse.

-Y se puede ser muy feliz así, interrumpió cortante Simona.

-Desde luego, reanudó su discurso la sabia lechuza. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. Cuando crece la confianza en los propios sueños, pensamientos e intuiciones es difícil seguir al rebaño caído en su profunda y estremecedora desolación de espíritu. Verdaderamente los extraños, incluso locos y peligrosos, tienen el empeño de alcanzar una mayor conciencia; la conciencia creciente del poder que llevan en sí mismos... pero casi siempre se prefiere lo que resulta cómodo y da la razón.

Y acabada su locuaz intervención, la lechuza le guiñó un ojo a Dalia, y alzando sus grandes alas, voló traspasando las nubes.



Como las verdes hojas de un hermoso árbol, que unas caen y otras reverdecen, así le sucede a los hombres: unos mueren y otros nacen. 

(Bajo las ruedas, Hermann Hesse.)




Notas:

Pensamiento divergente: Es un proceso de pensamiento o método utilizado para generar ideas creativas mediante la exploración de muchas posibles soluciones. Es a menudo usado en conjunciones con su opuesto cognitivo, el pensamiento convergente, lo cual sigue un conjunto particular de pasos lógicos que llega en una única solución, que en algunos casos es una solución acertada. Por contraste, el pensamiento divergente típicamente ocurre de forma espontánea, de modo fluido, tal que muchas ideas son generadas en una pequeña cantidad de tiempo y estas conexiones inesperadas son dibujadas en nuestra mente. Después de que los procesos de pensamiento divergente han sido completados, las ideas e información son organizadas y estructuradas usando pensamiento convergente. Los psicólogos han encontrado que un alto cociente intelectual (como Albert Einstein) no garantiza la creatividad. En cambio, los rasgos de personalidad que promueve el pensamiento divergente son más importantes. El pensamiento es encontrado entre las personas con rasgos de personalidad tales como: inconformismo, curiosidad, persistencia y voluntad de asumir riesgos

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