Un hombre cambió mi vida para siempre, me marcó en lo más hondo, dejando una huella como si una señal a fuego sobre mi piel se tratara. Era un solitario, y lamento decirlo, tenía tan poca fe en cuanto a la mejora de la condición humana, que se replegaba sobre sí mismo. Despreciaba cualquier tipo de ambición material; causa directa, según él, de infelicidad.
El día que nos encontramos por primera vez, tuvo la ocurrencia de demostrar con mucha maña como en 30 segundos dibujaba improvisadamente una isla en una servilleta de papel. Tuvo varias maneras de llamar mi atención, y por ello despertó de manera natural una franca simpatía eléctrica. El destino, en uno de múltiples y extraordinarios caprichos, me favoreció esta vez. Nos hicimos amigos. Desde ese instante, y después gradualmente con el transcurrir de los años, me hizo entrega de la riqueza y la insólita sobreabundancia que posee el Arte.
En contadas ocasiones, vislumbramos comprender alguna cuestión a la perfección, pero al someter la idea a la profundidad del análisis discursivo, el concepto se escabulle y perdemos sin remedio su visión completa. Puede que esa nítida imagen ya esfumada de nuestro consciente, nunca más llegue de nuevo, pero puede que regrese fugaz como una chispa desde el subconsciente. Por eso cuando aparece la inspiración uno debe estar preparado con la mente en silencio, predispuesto a observar desde lejos para comprender. Con la respiración sostenida e intentando no perder la concentración por el miedo a que la idea se vuelva a dar a la fuga, se captura. Un milagro. El concepto ya es propio por siempre jamás porque se ha interiorizado verdaderamente.
El auténtico arte es algo que te muestra algo diferente, es ese momento visionario del que hablamos anteriormente, es aquello que te hace recordar algo que ya sabías, algo que habías olvidado. Es un deseo, un sentimiento de emoción hacia nuestra intimidad, que la pura realidad física nos dificulta.
Su modus vivendi se fundamentaba en tres pilares: el ejercicio al aire libre, el amor de una mujer, y por último la dicha inigualable que le proporcionaba la persecución de un objeto. Concretamente, la espiritualidad de dicho objeto.
El día que nos encontramos por primera vez, tuvo la ocurrencia de demostrar con mucha maña como en 30 segundos dibujaba improvisadamente una isla en una servilleta de papel. Tuvo varias maneras de llamar mi atención, y por ello despertó de manera natural una franca simpatía eléctrica. El destino, en uno de múltiples y extraordinarios caprichos, me favoreció esta vez. Nos hicimos amigos. Desde ese instante, y después gradualmente con el transcurrir de los años, me hizo entrega de la riqueza y la insólita sobreabundancia que posee el Arte.
En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente.
(Erich Fromm)
En contadas ocasiones, vislumbramos comprender alguna cuestión a la perfección, pero al someter la idea a la profundidad del análisis discursivo, el concepto se escabulle y perdemos sin remedio su visión completa. Puede que esa nítida imagen ya esfumada de nuestro consciente, nunca más llegue de nuevo, pero puede que regrese fugaz como una chispa desde el subconsciente. Por eso cuando aparece la inspiración uno debe estar preparado con la mente en silencio, predispuesto a observar desde lejos para comprender. Con la respiración sostenida e intentando no perder la concentración por el miedo a que la idea se vuelva a dar a la fuga, se captura. Un milagro. El concepto ya es propio por siempre jamás porque se ha interiorizado verdaderamente.
El auténtico arte es algo que te muestra algo diferente, es ese momento visionario del que hablamos anteriormente, es aquello que te hace recordar algo que ya sabías, algo que habías olvidado. Es un deseo, un sentimiento de emoción hacia nuestra intimidad, que la pura realidad física nos dificulta.
El arte no es belleza, entendida como bonito o feo, es igual a verdad, a autenticidad. No imita, crea.
Todas las personas somos arte aunque lamentablemente algunos se centren en imitar a otros; en imitar lo que otros ya son, convirtiéndose en cromos repetidos, cuando la gracia reside en que todos somos únicos. Cada uno debe explorar en su interior y explotar lo mejor de sí mismo, sin comparaciones. Es importante para ser feliz, vivir siendo lo mas parecido a uno mismo, y para ello hay que conocerse bien, ejerciendo la práctica de la introspección.
Una persona auténtica se convierte en un ser humano de interés ya que muestra su verdadera originalidad.
El verdadero hombre de genio no insinúa su vida, la experimenta y dependiendo de los resultados la moldea hasta llegar lo más cerca posible de la comprensión universal. La maduración de ese individuo atrae la admiración y la envidia, transmite un carisma especial. Y esto fue exactamente, lo que despertó mi curiosidad por aquel hombre.
Pero puede haber algo más allá de la belleza: un objetivo inalcanzable para el común de los hombres. Alguien podría por extensión de sus cualidades, llegar incluso a dar novedad a la belleza, lo que provocaría el sentimiento de intervención divina. ¿Es posible que a través de la sinfonía nº5 de Beethoven se ve la manifestación de un Creador? Aunque por muy magnífica que sea la obra de arte, por muy prodigiosa que ésta sea, sólo llega a ser un intermediario con Dios (o si prefieres con una energía universal que para mí, lector, es lo mismo).
Pero puede haber algo más allá de la belleza: un objetivo inalcanzable para el común de los hombres. Alguien podría por extensión de sus cualidades, llegar incluso a dar novedad a la belleza, lo que provocaría el sentimiento de intervención divina. ¿Es posible que a través de la sinfonía nº5 de Beethoven se ve la manifestación de un Creador? Aunque por muy magnífica que sea la obra de arte, por muy prodigiosa que ésta sea, sólo llega a ser un intermediario con Dios (o si prefieres con una energía universal que para mí, lector, es lo mismo).
Una visión efímera de la consagración entre el hombre y lo divino. La pasión del alma junto a la sed de belleza, nos conduce a envolver nuestra existencia en algo parecido al nirvana; lugar dónde creemos obtener la liberación de la humanidad opaca en la que vivimos. El encanto no reside sólo en la serenidad sino en la reflexión, el aislamiento (no la opresión de la soledad), la reclusión, en la dificultad del camino a seguir. Cuando el ser humano ha dominado el alcance de su poder interior, puede entrar y salir por diferentes caminos sin perder lo esencial. Y de nada servirá todo esto sin la ayuda o simpatía del resto, pues son indispensables para alcanzar los planes trazados. No debemos sentirnos ajenos al mundo.
Somos viajeros en la vida; en cada parada nos encontramos con alguien que nos hace crecer, o con algo que nos inflige soplos de aire nuevo. En ocasiones sentimos una sensación de extrañeza hacia nosotros mismos. En otras ocasiones, producimos en el espectador una impresión de quietud, de suavidad y de delicadeza, empero el visitante desconoce lo verdaderamente difícil que supone no pensar en lo precipitadamente que uno se desequilibra silenciosamente hacia el abismo, aterrado ante tal panorama. Y de improviso, un día uno vuelve a encontrar la armonía, encantado ante la perspectiva futura. En este caso, el visitante queda sorprendido por el renacer de la nueva persona.
Somos viajeros en la vida; en cada parada nos encontramos con alguien que nos hace crecer, o con algo que nos inflige soplos de aire nuevo. En ocasiones sentimos una sensación de extrañeza hacia nosotros mismos. En otras ocasiones, producimos en el espectador una impresión de quietud, de suavidad y de delicadeza, empero el visitante desconoce lo verdaderamente difícil que supone no pensar en lo precipitadamente que uno se desequilibra silenciosamente hacia el abismo, aterrado ante tal panorama. Y de improviso, un día uno vuelve a encontrar la armonía, encantado ante la perspectiva futura. En este caso, el visitante queda sorprendido por el renacer de la nueva persona.
Entonces el viajero deja esa parada, se despide satisfecho y prosigue con una velocidad suave pero acelerada, tan lozano hacia adelante, abierto a nuevos caminos. Perplejo se queda el visitante atrás, contemplando como desaparece su amigo en la distancia. Y nuevamente, se encontrará con los años dando vueltas de más, topándose con caminos obstruidos por barreras, por puertas cerradas por pesados candados, hasta que tirando de la experiencia pasada a uno se le ocurre una nueva manera de avanzar, de vislumbrar a la vista el circuito principal. Por fin, al mismo tiempo, tras varios ciclos, irrumpe a la visión una nueva extensión, como en un sueño, el anhelado paraíso.
La filosofía instintiva que transmitía el poeta, en el sentido más amplio y más noble de la palabra, modeló mi verdadero carácter, mis propósitos en la vida y cierta dignidad. Esta ha sido la tendencia hasta hoy, por lo que llegué a creer en mi maestro y por fidelidad a esa idea.
La filosofía instintiva que transmitía el poeta, en el sentido más amplio y más noble de la palabra, modeló mi verdadero carácter, mis propósitos en la vida y cierta dignidad. Esta ha sido la tendencia hasta hoy, por lo que llegué a creer en mi maestro y por fidelidad a esa idea.
La felicidad no es una estación de llegada, sino un modo de viajar.
(autor desconocido)
Dedicado a aquellas personas que a través de la expresión de cualquier dominio del arte, y aún en medio de la oscuridad y la locura, son capaces de arrojar algo de luz, de sentido y valor a nuestras vidas mundanas.
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