El buitre



Os lo cuento. Era un buitre tan grande como un dragón. En el medio del claro del bosque se encontraba atado con una cuerda a un poste alto de madera maciza.

Llegué hasta allí con mi zorro, quedándome a justa distancia dónde el monstruo no me podía atrapar, ya que la cuerda no daba para más de largo. 

Se revolvía furioso, y rabiaba intentando soltarse para atacar a todo aquel que se le pusiera por delante. El cordel lo sujetaba irrompible de tal manera que no podía zafarse, solo podía recorrer unos cuantos metros en redondo, y por lo tanto matar a quien se acercara demasiado al círculo. Su manifiesta agresividad se distinguía claramente en aquellos ojos llenos de odio y malicia.

Mi inocente y atolondrado zorro corría arriba y abajo alrededor del monstruo provocándolo sin ser consciente del peligro que corría, y como si de un juego se tratase se escabullía de sus embestidas
 de puro milagro. El pajarraco se acercaba demasiado deprisa tras él y apunto estuvo de clavarle mortalmente su afilado pico por la espalda, cuando yo presa del pánico ante dantesca imagen, corrí gritando en dirección a la quimera tratando de desviar su atención.

De pronto, el ave giró su cuerpo entero parando su persecución inicial, y vino hacia mí  pateando el suelo con sus gigantescas garras. Aterrada salí de su camino a toda velocidad, y cuando ya notaba su aliento cerca de mi nuca, la cuerda cedió todo lo larga que era y paró a la bestia en seco, salvándome la vida.

La criatura horrenda me inspiraba miedo, sí. Pero también lástima. Tan llena de soberbia, egoísmo, envidia, y celos. Aquella fuerza descomunal de la que hacía gala, le era tan inútil, pues su propio ego le conducía a seguir amarrada allí sin remisión. En vez de utiliza su fuerza para desatarse, los sentimientos negativos la cegaban de tal manera que sólo se pensaba en ataque, no en cortar la correa. Pretendía hacerme daño, sin duda a través de lo que representaba zorro para mí, es decir, mi debilidad. Una historia muy triste para el pobre buitre que no podía vivir en paz consigo mismo, ni relacionarse con los demás, ni caminar, ni buscar su propio alimento.

Hay por desgracia personas así en nuestro entorno, gente de esta calaña que piensan que la mente de los demás son cubos de basura donde poder tirar toda su mierda en forma de desahogo, y a éstos manipuladores sentimentales hay que evitarlos, no por egoísmo sino por pura protección. Hay que aprender y escoger a quién le regalamos nuestra confianza.

Esa misma noche, alejándonos Fox y yo de allí, nos sentamos debajo de un árbol, y miré las estrellas tratando de tranquilizarme y volver a mi ser habitual. Cerré los ojos para encontrar el oscuro misterio del origen de aquel miserable carroñero, y aunque nadie me escuchara me gustó seguir hablando en voz alta conmigo misma. Y lo peor de estar en una montaña solitaria, no es cuando empiezas a hablar solo, sino cuando empiezas a responderte. 

Así que coloqué con cuidado mi mochila a un lado; aparté ese pensamiento de mi cabeza porque mientras el sol brillara mañana, me bastaba y suspiré profundamente, y dije "bah". Ahí estaba yo feliz, con mi pelo alborotado, descalza, junto a un fuego recién encendido, sola y libre con la única compañía de mi pulgoso compañero.

Y de pronto tuve una súbita revelación; que éstos tipos tramposos, a falta de información y por culpa de su explícita ignorancia, no entienden que son simplemente tontos del culo; que son sus propios enemigos, ya que su actitud les impide ser libres. Son infelices porque su modo de pensar les impide vivir en paz y en armonía con los demás y su alrededor.

-Todo va bien, afirmé mirando a mi compinche de viaje. El único problema que tienes, proseguí, es que debes aprender a que el mundo no te ahogue con su porquería.

Y en una loca telepatía me miró a los ojos como electrificados por una conexión y sin hablar, me contestó:

-¿Acaso no te das cuenta de que el mundo es real, y que el miedo es real?

Pensándolo bien me sentí una idiota, hasta lloré un poco, al fin y al cabo para una persona que se pregunta ¿y qué es real?, todas las cosas del mundo se levantan en su contra.

A veces un simple acto fortuito, la situación mas inopinada puede ser la clave para que un ser humano comprenda. Quien abre su psiquis por sí mismo, no tendrá problema alguno en aceptar y proyectar, en la práctica, su esencia.

Reanudando el soliloquio, me contesté:

-Así que lo que tienes que hacer, es subir a la cima de la montaña conmigo enseguida, descubrir un nuevo lugar secreto. Cuando te des cuenta que empiezas a parecerte a todo el mundo, a los millones y millones de gente clavados delante del televisor; ahí sentados delante del Ojo Único. Todos pensando las mismas cosas al mismo tiempo, vigilados; entonces llegado el momento, piérdete en lo más profundo del bosque conmigo. Deja esa penosa existencia donde nadie se divierte ni cree en nada, y menos que nada en la libertad.

Y en ese estado, de sentido de la unidad con el universo y esclarecimiento interior, mirándome el zorro bien tranquilo con sus ojos amarillos de lobo, me di cuenta que estaba absolutamente segura que aún era dueña de mis propios pensamientos. 

-Lo has prometido. No lo olvides, -me contesté.






Aferrarse al odio es como tomar veneno y esperar a que la otra persona muera. 
(Buda).


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